Vivimos en la época exprés, donde todo es para ya. Hoy en día, en la mayoría de hogares ya no queda la figura de la madre que está en casa atendiendo a los hijos, sino que ambos padres se ven obligados a trabajar. Tampoco suele ser muy habitual el niño o la niña que tienen horas y horas muertas sin nada que hacer, y que una vez que se acaba el colegio se dedican a jugar en la calle con los amiguitos del barrio. Normalmente, los hijos están cargados de actividades extraescolares, cumpleaños y tareas escolares, que hace que tengan la agenda repleta. Además, en la iglesia se nos insiste una y otra vez en la necesidad de un tiempo devocional diario con Dios, tanto personal como en familia, además de las reuniones habituales de la iglesia y las actividades que se organizan.
Todo esto hace que muchas veces podamos tener la sensación de que nuestras vidas se convierten en un borrón, donde todo a nuestro alrededor pasa tan rápido que no tenemos tiempo para nada… parece que el tiempo se nos escurre entre los dedos como el agua…Y en el proceso, a veces somos conscientes de que no estamos disfrutando de nuestros hijos, que no estamos teniendo tiempo de calidad para que abran su corazón con nosotros, que el discipulado en el hogar a veces se reduce a la implementación de una serie de normas y de correcciones cuando esas normas no se cumplen. Un día nos damos cuenta de que nuestros hijos tienen 5, 10, 15 años y no hemos encontrado tiempo suficiente para muchas cosas que pensábamos que haríamos cuando nos planteábamos ser padres. Pareciera que el tiempo es una maldición que nos tiene esclavizados.
Pero el tiempo es un don de Dios. Y como todas las demás cosas que has recibido de Él es una gracia inmerecida. Recuerda que, como pecadores, lo que merecíamos era solo la ira de Dios, así que todo el tiempo que disfrutas y disfrutarás de tus hijos, es un don de Dios. Y Dios espera que seamos buenos mayordomos de ese don. ¿recuerdas la parábola de los talentos? Tres siervos recibieron dones, pero solo uno lo invirtió y saco provecho de él, y solo ese recibió el “bien, buen siervo fiel” que Dios quiere darnos también a ti y a mí.
Colosenses 4:5 nos exhorta: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.” Efesios 5: 16, apunta en la misma línea: “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Redimir significa hacer libre algo o rescatar algo. Hemos sido llamados a rescatar nuestro tiempo de todas aquellas cosas que lo hagan poco provecho para el reino. Y eso incluye la crianza de nuestros hijos.
No es posible una buena crianza, sin invertir tiempo
Los hijos necesitan tiempo con sus padres: tiempo de disfrutar juntos, de llorar juntos, de aprender juntos, de hablar de Dios juntos…. Recuerda que el mayor y primer responsable de la educación académica y espiritual de tu hijo no son el colegio y la iglesia, sino los padres. Y eso requiere tiempo. Como dice Paul Washer, no existe tal cosa como el padre que pasa poco tiempo con su hijo, pero es “tiempo de calidad”. Nunca vas a tener tiempo de calidad con tus hijos si antes no pasas mucho tiempo. No es un robot que va a abrir su corazón contigo cuando tú quieras y dónde tú quieras… necesita un proceso.
Además, la tarea de hacer discípulos que Jesús nos encomendó (Mateo 28:19), empieza en el hogar. Como padre o madre, tenemos un llamamiento sagrado a ser modelos de fe para nuestros hijos, y eso requiere tiempo.
Para ayudarnos a crecer en nuestra mayordomía del tiempo, vamos a ver diferentes actitudes que impiden que redimamos bien el tiempo como padres:
La pereza u holgazanería
Proverbios 13: 4 nos dice: “El alma del perezoso desea, y nada alcanza”. El escritor de Proverbios hizo muchas advertencias en cuanto a la holgazanería, y ¡mucho más deberíamos hacerlas hoy! Porque perezoso no es únicamente el que pasa muchas horas durmiendo o en el sofá, sino el que llena su tiempo con ocio, entretenimiento, redes sociales o televisión, el que emprende muchas cosas y no persevera en ninguna, el que dice no tener tiempo de leer la Palabra con sus hijos, pero sí para colgar cada día sus fotos en Facebook, ver su serie favorita, etc. El problema de este tipo de holgazanería es que normalmente se esconde y no nos permite ver que está en nuestras vidas fácilmente. “En su propia opinión el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar.” (Pr. 26:16).
El ajetreo o exceso de actividades
Cada familia tiene una capacidad a la hora de las actividades que puede llevar a cabo, según múltiples factores. Pero debemos ser conscientes que el exceso de ajetreo, como dice Tim Challies, “es el primo de la holgazanería, pero no más noble que su pariente. Es la plaga moderna de nuestros días. Aun cuando rechaces la holgazanería, puedes pasarte al polo opuesto y vivir en ajetreo, llenando cada uno de tus instantes con actividades y evaluándote según la cantidad de tareas finalizadas.” Es por eso que, en especial las madres, en los primeros meses del bebé, cuando su día se reduce a cambiar pañales, dar de comer, dormir al bebé e intentar alimentarse a sí misma mientras el bebé duerme, pueden acabar el día teniendo la sensación de que “no han parado, y no han hecho nada en todo el día”. La crianza de nuestros hijos debe de ser una prioridad. No podemos llenar nuestro día con cosas y cosas para hacer, de forma que no tengamos espacio para escucharlos, o estemos tan estresados, que su “pequeños problemas” nos pasen inadvertidos.
Malgastas tu tiempo en el descuido espiritual
Martín Lutero decía que los días más ocupados, eran precisamente los días en los que necesitaba dedicarle más tiempo a la oración. Fallamos en redimir bien el tiempo cuando no priorizamos nuestro crecimiento y salud espirituales. Si estás tan ocupado que no tienes tiempo para leer la Palabra, para orar, para comprometerte con tu iglesia local o edificar la vida espiritual de tus hijos, entonces estás demasiado ocupado, y deberías tomas decisiones al respecto. Tus hijos pueden prescindir de muchas cosas, menos de unos padres cuya vida espiritual esté vigorosa y sea un ejemplo de gozo que quieran seguir. Pueden prescindir de una comida muy elaborada, de la música, la danza, los deportes o los idiomas. Pero no puede prescindir de ser alimentados espiritualmente. Según 1 Co 10:31 “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” Si algo de lo que haces tú o tus hijos, le roba a Dios su lugar, no solo no lo estamos glorificando, sino que lo estamos deshonrando en la crianza de nuestros hijos.
Tiempo de tomar decisiones
En el momento en que se escribe este artículo, estamos confinados a causa del Covid. La realidad es que muchos padres que durante toda la vida de sus hijos se han escudado en la falta de tiempo para no tener una buena salud espiritual, tanto personal como familiar, para no establecer límites claros para sus hijos, tomarse el tiempo de escucharlos y hablarles de su Padre celestial… se encuentran que siguen sin poder hacerlo por falta de tiempo, a pesar de llevar casi dos meses encerrados con ellos en casa. Dios está haciendo muchas cosas durante este momento difícil, y una de ellas es mostrarnos cuán equivocados hemos estado como sociedad en muchas cosas. Y una de ellas, es la crianza de nuestros hijos. A día de hoy, todavía no sabemos cuándo se va a acabar este confinamiento. Tal vez cuando leas este artículo ya lo sepas, o se haya acabado. Si aún estás confinado, toma decisiones urgentes que te permitan redimir bien el tiempo que te quede, y que este tiempo sea un principio para el resto de los años que tus hijos estarán bajo tu crianza. Y si ya ha pasado el confinamiento, mira atrás y analiza como viviste ese tiempo con tus hijos. Y si no “tuviste tiempo”, entonces toma decisiones para que, a partir de ahora, al mirar atrás, puedas saberte un siervo bueno y fiel. Algunas cosas que te ayudarán en ese proceso:
- Cultiva un entendimiento bíblico de redimir el tiempo. Recuerda que no puedes caer en la pereza, pero que tampoco se trata de tener muchísimas cosas por hacer. Aprovechar el tiempo bíblicamente quiere decir vivir con la conciencia (temor de Dios), de que el tiempo, como todo lo demás, es de Él, por Él y para Él. Y organizar tus días de forma que tu vida y tu crianza, glorifiquen a Dios, liberándote de actividades menores, para enfocarte en aquellas que importan.
- Reorganiza tus prioridades. Para que lo anterior sea una realidad, deberás sentarte con tu cónyuge (en caso de que seáis dos), y determinar qué cosas consideráis importantes en la vida a la luz de la Palabra, y organizar vuestra vida en torno a esas prioridades. Si cosas menores te impiden las mayores, aunque sea en alguna medida, deberías apartarte de ellas o reducirlas.
- Ejercita las disciplinas espirituales y sé intencional. Es muy revelador que cuando estamos ocupados u ociosos, las disciplinas espirituales tienden a estar entre las primeras cosas que descuidamos. Asegúrate de planificar el tiempo, el lugar y el contexto en que leerás la Palabra de Dios y orarás todos los días. Asegúrate de priorizar la adoración con tu iglesia local y nunca permitas que nada la reemplace. Y entonces, una vez que hayas puesto primero lo primero, planea cómo y cuándo harás tus tareas más importantes durante la semana. (Tim Challies) Tu día no se va a administrar bien por sí solo. Sólo dejándote llevar por cómo vayan las cosas. El tiempo con tus hijos no va a surgir de la nada. Tienes que ser intencional en la crianza de tus hijos. Ora y planifica qué áreas de la vida de tus hijos vas a estar trabajando esta semana, de qué les vas a enseñar en cuanto a Dios (tanto de palabra como con tu ejemplo) …
- Ejercita el dominio propio y eliminar a los enemigos de tu diligencia. Como hemos dicho, nuestro mundo está lleno de distracciones vanas, que pueden ocupar tu tiempo y alejarte de cosas más importantes. ¿A qué cosas deberías renunciar -en todo o en parte- para dedicar este tiempo a tu vida espiritual y a tus hijos? Recuerda que tu tiempo no es tuyo, es un don de Dios que te dio para que lo emplees para glorificarlo a él de diversas formas, entre ellas, la crianza de tus hijos.
- Habla con alguien que lo esté haciendo bien. Todos conocemos personas que son fieles administradores de su tiempo y de la crianza de sus hijos. Acércate a ellos. No te excuses como el perezoso, sino pídeles que te discipulen, es decir, que te indiquen en qué áreas de tu vida puedes mejorar y que aspectos deberías cambiar y toma decisiones.